(Texto en:
El 18 de abril de 1828 el Mariscal de Ayacucho resulta herido en el complot de Chuquisaca, dirigido a derrocar el Gobierno boliviano y a asesinar a Sucre, Presidente. El autor intelectual fue Casimiro Olañeta, pero el verdadero promotor era el general peruano Gamarra, quien, además de ordenar el asesinato de Sucre intentaba invadir a Bolivia con 4.000 hombres que situó en Puno.
Después del atentado, Sucre renuncia a la Presidencia de Bolivia. Al presentarse ante el Congreso dice: « ... Y aunque por resultado de instigaciones extrañas llevo roto este brazo que en Ayacucho terminó la guerra de la Independencia americana y que destruyó las cadenas del Perú y dio ser a Bolivia, me conformo cuando en medio de difíciles circunstancias, tengo mi conciencia libre de todo crimen». La herida que recibió Sucre en Chuquisaca sirvió para reconocer sus restos mortales perdidos.
Terminada la guerra con la expulsión de los españoles de la tierra de los Incas, establecida la república en el Alto y Bajo-Perú; ocupados los poderes públicos respectivos en afianzar la libertad y hacer perdurable la independencia de las regiones del Pacífico, comenzaron a agitarse las ambiciones antipatrióticas y los intereses mezquinos de localidad. Se puso en juego la seducción para corromper la disciplina y la moral del ejército auxiliar libertador, lo que no tardó en conseguirse conduciéndolo hasta el terreno fatal de la sublevación y el motín de cuarteles.
A la perspicacia de Sucre no se escaparon aquellas tramas, ni el peligro. Se ocupó, para evitar los males, del envío a Colombia de las tropas auxiliares que estaban a su mando en Bolivia; pero se anticiparon aquellos. La fuerza de la intriga, redoblada en los momentos, puso en abierta rebelión al Batallón Voltígeros y otros cuerpos acuartelados en La Paz de Ayacucho, que depusieron a sus Jefes y victorearon al Perú y al General Santa-Cruz.
«Mas desgraciadamente, el General don José Lamar, Presidente entonces del Perú, llevado de miras siniestras, principió por reunir y citar muchos cuerpos de tropas en las fronteras de Bolivia, y, como muy pronto se verá, intervino después a las claras y sin rebozo en sus asuntos, promoviendo la relajación de la disciplina en las tropas que servían en aquella República, violando su territorio y conculcando su fueros.»
«Activamente se ocupaba Sucre en preparar transporte y dinero para devolver a Colombia las tropas auxiliares, pensamiento que mucho tiempo antes le había sugerido el deseo de dar al Perú y a Buenos Aires inequívoca muestra de las miras pacíficas de su gobierno, y a los pueblos de la República un testimonio de la confianza que tenía en su amor, y de la seguridad que le inspiraban sus propios procederes; cuando un motín en Chuquisaca concertado por las intrigas de Lamar y dirigido por el General Agustín Gamarra, que mandaba las tropas peruanas situadas en la frontera de Bolivia, vino a amargar su corazón y a dar principio á los trastornos que, después, multiplicadamente y sin respiro, turbaron el sosiego de la incipiente y desgraciada República».
Tales sucesos trastornaron en el momento el plan de transportar a Colombia las tropas auxiliares. Sucre, disgustado, se propuso resignar su autoridad suprema que ejercía legalmente, en la Representación nacional boliviana, que convocó por decreto de 31 de diciembre para el inmediato mayo, y alejándose de la capital de la República dejó el Poder Ejecutivo a cargo de sus Ministros, con lo que quiso que quedaran en completa libertad las inmediatas elecciones.
En La Paz de Ayacucho sonó primero, ya se sabe, el clarín de la sedición y del motín; pero conviene hacer constar que no fue aquella sociedad cómplice en el suceso.
«El pueblo de la Paz, dice un historiador, no se ingirió en esta odiosa traición: por el contrario, animándose sus vecinos notables, luego que se vieron libres de la fuerza, recogieron y custodiaron algunos dispersos y rezagados, y contribuyeron así gradualmente a mantener el orden en la población».....
«Sabidos por Gamarra estos sucesos, dice otro historiador, sin previa declaración de guerra, violando todos los actos, y aprovechando las circunstancias de haberse embarcado ya para su país los auxiliares colombianos y estar malamente herido Sucre; hizo irrupción en Bolivia con 5.000 peruanos. Estrechado y amilanado el Presidente accidental Urdininea, admitió en Piquiza las bases de una especie de tratado, por el cual habían de salir de Bolivia todos los militares colombianos, debía reunirse el Congreso, admitir la renuncia del Gran Mariscal, y convocarse una Asamblea que reviese y modificase la Constitución del Estado. Convenio vergonzoso en que Bolivia recibió cual ley la despótica voluntad de los violadores de su territorio, sin la disculpa siquiera de haberles resistido».
«Todo lo veía Sucre, y nada tenía que esperar de aquella gente. Como el Congreso tardaba demasiado, en reunirse, puso en manos de algunos de sus miembros, ya presentes en Chuquisaca, tres pliegos que contenían la renuncia de la Suprema Magistratura, la organización del Gobierno provisional, y las propuestas que le tocaba hacer, según la Constitución, para la Vicepresidencia de la República. Inmediatamente después se encaminó a su patria, tocando de paso en el Callao, para ofrecer al Gobierno de Lima su mediación particular en el arreglo de las diferencias que daban origen a la guerra encendida entonces entre el Perú y Colombia. Recibida con frialdad y aún con desdén esta oferta generosa, abandonó Sucre las costas peruanas, y llegó a Guayaquil el 17 de septiembre, después de seis años de ausencia y de servicios, por resultado de los cuales quedó libre el Perú, constituida Bolivia y terminada la guerra de la Independencia americana».
RELATO SEGUN T. MONCAYO AVELLAN
En 1827, fue electo Presidente de la nueva República de Bolivia, fundada por Bolívar, después de los triunfos obtenidos en el Bajo y Alto Perú. Todos los colegios electorales le dieron sus sufragios. La administración de Sucre, fue un modelo. No ha sido superada, ni imitada siquiera hasta ahora, en ninguno de los Estados Sud-americanos, ni aún en aquellos mejor regidos. Se manifestó un administrador de primer orden, atendiendo y proveyendo a todo. Pero los de Bolivia no podían avenirse con el gobierno de un hombre de virtudes, de un hombre puro, justo y laborioso como Sucre, y el 18 de abril de 1828, se insurreccionaron contra él, al extremo de que le atacaron en momentos en que se dirigía al cuartel a contener el motín, rompiéndole el brazo, con una descarga que le hicieron. El mismo brazo que había esgrimido no ha mucho la espada fulgurante de Ayacucho! Despidiéndose de Bolívar en un Mensaje, célebre ya, decía:
«Es suficiente remuneración de mis servicios, regresar a la tierra patria después de seis años de ausencia, sirviendo con gloria a los amigos de Colombia; y aunque por resultado de instigaciones extrañas lleve roto este brazo que en Ayacucho terminó la guerra de la independencia americana, que destrozó las cadenas del Perú y dió ser a Bolivia, me conformo cuando en medio de difíciles circunstancias tengo mi conciencia libre de todo crimen».
«Al pasar el Desaguadero encontré una porción de hombres divididos entre asesinos y víctimas, entre esclavos y tiranos: devorados por los enconos, y sedientos de venganza. Concilié los ánimos, he formado un pueblo que tiene leyes propias, que va cambiando su educación y sus hábitos coloniales, que está reconocido de sus vecinos, que está exento de deudas exteriores, que sólo tiene una interior muy pequeña y en su propio provecho, y que dirigido por un gobierno prudente, será feliz. Al ser llamado por la Asamblea general para encargarme de Bolivia, se me declaró que la independencia y la organización del Estado se apoyaban sobre mis trabajos. Para alcanzar aquellos bienes en medio de los partidos que se agitaron quince años y de la desolación del país, no he hecho gemir a ningún boliviano; ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa; he levantado del suplicio porción de infelices condenados por la ley, y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad. Se me culpará acaso de que esta bondad, es el origen de mis heridas; pero estoy contento si mis sucesores con igual bondad acostumbran al pueblo boliviano a conducirse por las leyes, sin que sea necesario que el estrépito de las bayonetas esté perennemente amenazando la vida del hombre y acechando la libertad. En el retiro de mi vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden que para formar a Bolivia preferí el imperio de las leyes á ser el tirano ó el verdugo que llevara una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos».
« ¡Representantes del pueblo! hijos de Bolívar! que los destinos os protejan! Desde mi patria, desde el seno de mi familia, mis votos constantes serán por la prosperidad de Bolivia».
Abandonando ese país, y de paso por el Callao, al volver a Colombia, hizo todo género de insinuaciones al gobierno peruano para evitar la guerra que Lamar preparaba contra la gran República. Continuando su viaje, al subir el río de Guayaquil dirigió una larga carta a Bolívar, refiriéndole extensamente los pormenores de la insurrección boliviana, y de ella entresacamos estos bellísimos párrafos:
«Hablaré por fin de mí. Después de cuatro meses y medio de sufrimientos, se cerró mi herida el día que llegué al Callao, y hasta hoy que tengo cinco meses cabales, está consolidada la cicatriz. Sin embargo, los dedos están tiesos, la mano muy débil y el brazo con muy poco ejercicio. Dicen los cirujanos que continuando la curación para fortificar los músculos, tendré libre uso al cabo de algún tiempo y con mucho ejercicio de la mano; pero que siempre quedaré muy débil».
«Estaré en Guayaquil cuatro ó seis días y haré cuanto pueda por llegar á Quito el 30 de este mes para reunirme a mi familia a los setenta y seis meses de haberme separado de ella. Vuelvo a Colombia con el brazo derecho roto por consecuencia de estos alborotos revolucionarios y por instigaciones del Perú a quien he hecho tantos servicios, y de algunos bolivianos que tienen patria por mi. Traigo por toda recompensa la experiencia que me han dejado los sucesos; y ella me aconseja pertenecer a mi familia como tantas veces he dicho a V. que es mi voto y mi ambición. El servicio a pueblos ingratos me es tan molesto como la carrera pública. Antes de pisar el suelo colombiano repito esta declaración, así como repito que el mayor premio que puedo recibir por mis servicios, es la amistad y el afecto del Libertador de mi patria. Consérvemelos V., mi querido general, porque después de reunirme a mi familia, es lo que más me lisonjeará en el retiro de mi vida».
«Tuve en el Callao una carta de Caracas, y sé que mis hermanos han sido arruinados por los facciosos de la costa de Cumaná. V. sabe cuánto amo a mis hermanos y cuánto anhelo llenar el encargo que me dejó mi padre por ellos. Ruego, pues, que se les auxilie con el dinero que, por disposición del gobierno, entregué en las cajas de Guayaquil para ser abonado a mis hermanos en Venezuela. Perdone V. que en esta primera carta hable de tal asunto, pero me obliga á ello la situación aflictiva de los mismos».
Llegado al Ecuador, se encontró con que los peruanos habían acelerado sus preparativos de guerra y avanzaban por el Macará. El país estaba bajo el gobierno de Flores, como jefe superior del Sur de Colombia...........
No hay comentarios:
Publicar un comentario