Por: Claudia M. Inostroza R.
Diciembre, 2008.
La practica pedagógica va mas allá de un proceso sistematizado, nos revela un arte, estamos en presencia de una entrega total, acción que demanda el intercambio de experiencias y posturas, que van desde lo cotidiano, lo popular, hasta los más refinas y complejos pensamientos filosóficos, a los que “famosos” nos han expuesto
En esta noble causa, la práctica educativa debe aplicar los poderes y saberes creadores de las experiencias vividas, enriquecidas a diario, con la fuerza creadora de aprender, se nos ha aletargado por el mero hecho de querer imponer la tradicional costumbre de depositar los conocimientos del omnipotente educador que sabe al ignorante educando que no sabe.
En la medida que nuestros estudiantes pongan en práctica la válida ilusión de querer hacer, rehacer, convivir, ser y compartir, nos encontraremos ante la presencia de un educador y un educando progresista, irreverente, curioso con ganas de traspasar barreras; las cuales hacen referencia a que andamos tras la búsqueda de lo trascendental, en la acertada posibilidad de cuestionar todo aquello que nos parezca ajeno, que no concuerde con nuestra real posibilidad de estar en presencia de una acción educativa pertinente, constructiva de saberes, es decir, alcanzar el conocimiento con la conciencia clara de que eso es que lo debe aprehender para aprenderlo.
Asimismo, esta capacidad creadora, debe estar sometida constantemente, a la rigurosidad de lo metodológico.
Con esto se puede dar cuenta el estudiante, que el educador tuvo y tiene experiencia en la producción de saberes y que, aún así, no sólo se debe limitar a la transferencia.
Y este actuar permanente significa estar “con el mundo”. Es así, que la conciencia es un camino “para”. Por eso, que alcanzar el conocimiento de la realidad a través de la acción – reflexión es un acto de crear y recrear el conocimiento.
Esta capacidad de crear y recrear nos permite la adopción del conocimiento transformador, el profesor que se hace consciente de esta posición pensara acertadamente y así, evidentemente transferirá a sus estudiantes la misma habilidad, con la convicción de que los mismos puedan percibir que la manera de estar en el mundo y con el mundo, es la habilidad de percatarse que al intervenir en él, se le conoce.
Lo antes dicho nos plantea entonces que la educación es un factor estratégico para la transformación social, la consolidación de la soberanía nacional y la construcción de una sociedad mejor. El acceso al conocimiento y a la información, la participación en los circuitos de difusión y transformación de los saberes, la creación intelectual, el desarrollo tecnológico y su aprovechamiento creativo, son clave para el desarrollo humano integral y sustentable; así como también, el reconocimiento, la comprensión y el conocimiento de nuestra diversidad y potencialidades como país.
En este sentido, la búsqueda de conocimiento, nos conlleva a repensar la faceta de educador – investigador, mientras vamos enseñando, vamos buscando, y si buscamos estamos indagando, y si indagamos es por la necesidad de comprobar y al comprobar estamos interviniendo: así educamos y nos educamos.
En consecuencia, para la consolidación del nuevo orden social mediante un novedoso sistema educativo, se hace necesaria la incorporación de un trabajador de la enseñanza profundamente comprometido con las necesidades de su entorno, un facilitador, un mediador, un promotor del trabajo colaborativo que aporte al contexto con su ser, hacer, rehacer y convivir, el cual asuma su responsabilidad como “conductor de hombres y constructor de pueblos”, pues la República Bolivariana de Venezuela y el resto del mundo, inexorablemente, transitan hacia un mundo mejor.
Pa’lante Comandante,
Hasta la Victoria Siempre.
Viviremos Y Venceremos.
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