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Rodolfo Sanz
“… A quienes han pretendido mantenernos sometidos a los designios de los centros de poder, tanto en épocas coloniales como en estos tiempos de imperio, declaramos: Con el ejemplo de Simón Bolívar, la valentía de nuestros hombres y mujeres que conformaron el Ejército Libertador, reafirmamos nuestro compromiso con el proyecto Bolivariano, nuestra indoblegable entrega a la lucha por la liberación nacional y por la construcción de la patria…”
Así reza uno de los párrafos del Manifiesto Antiimperialista, leído por el diputado Roy Daza, en nombre de la Asamblea Nacional, en el Salón Elíptico del Capitolio, en presencia del presidente Hugo Chávez y los titulares del resto de los órganos de poder del Estado.
Fue un Manifiesto de Estado suscrito por todos los titulares de los órganos que integran la estructura de poder de un Estado soberano, para responder a la agresión implícita de otro Estado hostil y belicista, el Estado norteamericano, cuando a través de su Congreso permite que venezolanos nacidos en nuestro territorio comparezcan a solicitar la intervención de ese Estado hostil, para derrocar a un Gobierno Constitucional.
Seguramente la ultraderecha estadounidense que pasó a controlar el Estado, no esperaba una respuesta tan contundente como la que hemos dado. Tampoco la imaginó el traidor a la patria que utilizó la tribuna extranjera para mancillar el honor de la tierra que lo cobijó, confiado en el poder del imperio más criminal que haya conocido la historia humana.
Una vez más se equivocaron los de adentro y los de afuera. El Estado venezolano es uno solo. No es un simple asunto de colaboración entre poderes, es la férrea unidad de un Estado que no tolera ni una sola agresión de cualquier otro Estado, por muy poderoso que sea diplomática y militarmente.
Para algunos conversos que ya no creen en los conceptos por los cuales mandaron a morir a muchos que los siguieron en sus delirios de poder, el acto del Salón Elíptico es simple rutina de una retórica revolucionaria anticuada. Ellos no sólo perdieron el rumbo histórico, sino también la dignidad de hombres. Se burlan de la palabra antiimperialista y se arrastran para recibir las limosnas de sus lacayos y mantener lleno su plato de lentejas.
Para quienes continuamos firmes en las convicciones de independencia y autodeterminación, el acto y el manifiesto antiimperialista del Salón Elíptico, constituyen la respuesta al desafío de los poderosos y la voluntad unitaria de las fuerzas que defenderemos esta tierra de la agresión imperial, dispuestos a morir de pie antes que a vivir de rodillas y callados frente a la indigna agresión.
No somos precisamente nosotros los llorones, que jimean afuera el llanto por lo que no tuvieron el coraje de defender aquí, y prefirieron cual cobardes huir a buscar el apoyo de papá imperio para condenar a un Gobierno que a diario vilipendian irresponsablemente, haciendo uso de una concesión que les otorgó el Estado.
El Manifiesto Antiimperialista no es un llanto de cobardes “enjustanados” del imperio sino la clara y oportuna posición de un Estado que en el marco de una Constitución Democrática, asume un rol de defensor de la soberanía patria, alineando sus fuerzas para enfrentar la agresión en el terreno que los poderosos enemigos de la nación y los súbditos traidores le planteen.
Imperialistas y traidores a la patria, escojan ustedes el terreno de la confrontación, nosotros los patriotas estamos listos. Si dudan, lean muy bien el Manifiesto Antiimperialista.
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