Por:
Gaspar Velásquez Morillo
Enviado
a confrontacion.xxi@gmail.com,
en fecha: 13/04/2015
Su
apariencia parecía ser un soplo de brisa, quizá un susurro, tal vez el leve
vuelo de un colibrí, pero su sencillez, contrastaba porque fue un cincel
literario que esculpió en las rocas de Latinoamérica y el Caribe la otra
historia no contada, la vergonzosa historia de la invasión de Europa, lo cual
insufló un nuevo aire, una nueva interpretación y reencauzó la razón del por
qué valía la pena seguir la senda de nuestras Glorias Patrias, las y los cuales
se encargaron de hacerla y que otros, entre ellos Galeano nos la narrara, él
nos dio esa transfusión de patriotismo cuando estábamos muy lejos de ver la luz
del túnel.
Galeano fue
el oxígeno que reanimó varias generaciones, las comprometió, sin ser
incendiario, pero abrió fuego con su prosa, su poesía, su narrativa, que es
equivalente a la vez a la más letal de los compromisos, luchar contra la
desesperanza.
En su visita
a Caracas el 11 de abril de 2013 en ocasión de homenaje internacional que
recibiera y la condecoración que hiciera el Presidente Nicolás Maduro, luego
abrumado de los actos protocolares, de los flashes, pidió ir a las comunidades,
a los barrios, casi que lo clamó, lo cual fue aceptado.
Una vez
allí, en el Barrio Las Piñas de la Parroquia San Juan, sentados en rueda,
tertulias iban y venían, las personas del barrio se percibía de júbilo, los
ojos de Galeano se desplazaban por todos lados quizás buscando motivos para su
próxima narrativa, escuchándolo todo.
Cuando
reparten café, el tinto aromatiza paladares y estados de ánimo; cuando la ronda
llega al frente de Galeano, éste con cortesía no acepta, pero recibe el
metrallazo de una mujer de la comunidad que entendiendo la vida comunitaria le
dice en reproche sutil: - ¡pero pase la bandeja…!
Confiesa
Galeano a las y a los anfitriones de la visita que “eso lo impactó porque hasta
en los pequeños detalles se aprecia la vida en las comunidades”.
Partió
Galeano en la estación 13 de Abril de 2015, mientras nos decíamos adiós,
bajamos la mirada por la ausencia y nos percatamos que nos dejó su equipaje,
quisimos correr detrás del metro pero era imposible advertirle, revisamos y nos
lo dejó llenos de libros y de multicolores fuegos pirotécnicos, ambos obsequios
nos animaron a tener fe como en otrora porque la oscuridad y la claridad está
es en nuestra mente en aquellas horas de la clandestinidad.
¡Gracias
Galeano! ¡Un abrazo hasta en la eternidad!
13 de abril
de 2015.